Notas de viaje

"La lectura es el viaje de los que no pueden tomar el tren."

Francis de Croisset


sábado, 30 de julio de 2011

Pasajes de ventanilla. Asunción


Las terminales de ómnibus o ”Micro” es un mundo equidistante al de los aeropuertos. El ambiente esterilizado y homogéneo de estos últimos contrasta con la suciedad y el desorden controlado de la primera. Aquí se mastica la realidad social, el día a día… es un universo real que contrasta con el refinado escaparate de la opulencia que representan los aeropuertos.
El viajero espera y observa su entorno con admiración y respeto. Después suena la llamada y se embarca en su micro recorrido por una de tantas de las espinas dorsales de América Latina.
Los primeros metros serpentean por las callejuelas de los arrabales bonaerenses,  la Villa 31, “Villa Miseria” con sus palacios de ladrillo desconchado y sus gentes, va dejando paso al paisaje de las afueras típico de industrias, shoppings, etc mientras anochece más allá del marco de la ventanilla.
Las horas de la noche transcurren en medio del silencio y la quietud del duerme-vela, mientras que el colectivo avanza resuelto hacia su destino final.
Amanece, y esa pequeña sociedad cochera se despereza al tiempo que las primeras luces de la mañana muestran el paisaje de la argentina norteña y rural con sus vastas extensiones de terreno y sus pequeños núcleos de casitas bajas y pintorescas al pie de la carretera.
El avance de la mañana nos deja en la frontera paraguaya. El viajero desciende del autocar y se siente artista invitado de una producción cinematográfica: carreteras de tierra con gallinas picoteando el suelo por el medio, numerosos vendedores ambulantes que ofrecen comida, souvenirs y cambio de moneda y funcionarios de aduana interpretandose a si mismos en el papel de funcionarios de aduana.
Tras la burocracia, se emprende la marcha y los pasajes de ventanilla muestran al viajero la realidad de américa latina, nada que ver lo visto hasta la fecha: casuchas de madera, coches destartalados, gentes sucias y harapientas… pero asemejan felices en su entorno…
La llegada a la capital, Asunción, traslada el escenario del campo a la urbe: reclamos publicitarios pintados en sábanas, niños muy pequeños ofreciendo servicios de limpiaparabrisas por unas monedas, tan lejos de la escuela…
A primera vista Asunción es una ciudad rara, no hay edificios, todo son manzanas de casitas bajas y avenidas estrechas, eso si, con muchos árboles.

viernes, 29 de julio de 2011

Bajo el volcán

La probabilidad de que un volcán entre en erupción cuando está activo, es algo que entra dentro de lo razonable, pero la probabilidad de verse afectado por las cenizas de un volcán, sin haber entrado éste en erupción, es un fenómeno atribuible a la casuística más casual, y digno de todo un monográfico de la nave del misterio, aunque el volcán en cuestión esté activo.
Lunes 25, 18:30, se desata el infierno en forma de tormenta sobre la ciudad de Buenos Aires. Tras unas horas de descarga, la tormenta pasa. Martes 26, 8:00, la ciudad amanece con un cielo azul límpido y una luz majestuosa. Pero esto no dura. A medida que avanzan las horas y transcurre el día, la atmósfera se vuelve turbia, y la luz llega debilitada tras pasar un filtro invisible.
El viajero se despide de las calles y avenidas de la megalópolis, absorto en sus últimos cometidos, ajeno a la sombra que se cierne sobre él. A la hora de la partida, la realidad escupe su verdad en forma de cenizas volcánicas revueltas de su letargo por la tormenta de la noche anterior. El espacio aéreo está cerrado y es imposible volar. A partir de este momento el tiempo se ralentiza. Sin llegar a detenerse, transcurre a un ritmo pausado, lento, que en muchas ocasiones hacen perder el respeto y la paciencia del viajero.
Cancelado el vuelo a Asunción, por cuestiones meteorológicas, o lo que es lo mismo, tus derechos son indistinguibles de cero. Nos reprograman para volar el 1 de agosto, porque antes están todos los vuelos completos, sin que en ningún momento nadie en la compañía brasileira TAM líneas aéreas (publicidad negativa) considere la posibilidad de hacer volar el avión que quedó en tierra el día anterior, dejando condenados a su suerte (la de ellos) a un centenar de viajeros.
El viajero se encuentra tirado en el aeroparque de la ciudad de Buenos Aires, sin avión, sin teléfono, sin internet, pero con mucho tiempo por delante… Conclusión: noche de hotel extra con manutención; comunicación telefónica con la TAM, con los correspondiente enfados, cada dos horas durante toda la noche, para sólo escuchar mentiras, contradicciones, falsas promesas pero ninguna solución.
Cansado y humillado, el viajero, renuncia a volar y decide tomar un “micro” que lo lleve a la capital de Paraguay tras recorrer mil y pico kilómetros durante más de 20 horas. Pero eso es otra historia.

jueves, 28 de julio de 2011

Capital Federal


Una vez que el viajero ha recorrido y conocido algunas ciudades, llega al punto de mezclar aspectos de unas y otras. Buenos Aires es diferente.  Es una ciudad europea en Sudamérica. Recuerda al Madrid más bohemio y a la esplendorosa Lisboa, pero con todo magnificado hasta el infinito y más allá, además de contar con esas no tan sutiles diferencias que la hacen ser la Capital Federal de ese vasto país llamado Argentina ubicado en el cono sur de la américa latina.
Buenos Aires es intelectual, con sus incontables librerías y la gente leyendo en los cafés. Buenos Aires es Bohemia en San Telmo y sus bares y plazas plagadas de artistas. Buenos aires es pasión, es pueblo, con su tango, su mate y su cafetín. El color de La Boca y su Caminito, un barrio obrero reconvertido al turismo y al “merchandaisin” con su mayor exponente y orgullo en “La Bombonera” erigida catedral y templo de devoción a la “Mano de Dios”. Buenos Aires es albiceleste, sentimiento e identidad patrios e incluso orgullo sin prejuicio. Buenos aires es ancha, extensa, amplia y un hervidero de gentes con prisa y taxis urgentes. Avenidas inmensas, parques enormes. Buenos aires es moderna y vanguardista en Palermo. Es joven y viva.  Buenos Aires es insultantemente lujosa en Puerto Madero, pero también es decadencia en sus calles sucias y desconchadas y sobre todo es la alegría de ser pobre en “Villa Miseria” irónico seudónimo de favela a la Argentina.
El viajero hace balance analítico mientras devora kilómetros tras su adiós a Capital, consciente de que su huella será imborrable y difícilmente superponible con los recuerdos de otros lugares. Que así sea.

lunes, 25 de julio de 2011

Lluvia globalizadora


El viajero regresa al Hotel a media tarde con el fin de hacer un alto en su afán de conocimiento, y coger fuerzas para afrontar lo que resta de jornada. El día transcurre asfixiante bajo una atmósfera opresiva de aire viciado y altas temperaturas. Anochece tras los cristales de la ventana, y en cuestión de minutos comienzan a correr las nubes por el cielo, escapando de una negrura que en un instante engulle a la ciudad con sus fauces. Sinfonía de viento, luz y agua.
Desde este instante el paisaje de calles mojadas que se ofrece desde la ventana de la habitación, se puede corresponder con el de cualquier tiempo, cualquier lugar. Grupos de personas miran al cielo anonadadas, como queriendo confirmar la lluvia con sus caras. Otros corren o se paran bajo los aleros de los edificios, abriéndose paso a empujones. Una estampida de gente, cruza por el paso de peatones esquivando los coches que quedan bloqueados o circulan lentamente. Los taxis bajan las banderas y se preparan para las carreras, mientras que los autobuses esperan en las paradas para recoger a puñados de gentes mojadas.
En algunas esquinas afloran los paraguas, pero son los menos, ya que la tormenta ha cogido distraído al precavido. Poco a poco, la tarde se enfurece y las calles se vacían de gente, y las arterias se obstruyen con la circulación densa.

El viajero espera, sentado en la oscuridad del cuarto, observando en silencio tan familiar espectáculo, La lluvia nos une, no entiende de fronteras, ni culturas. Nos hace uno, nos globaliza.
Viva la lluvia de verano, aunque sea invierno.

domingo, 24 de julio de 2011

La llegada


Después de casi 24 horas de viaje conseguimos llegar a Buenos Aires. Conseguirlo resultó una ardua tarea, aunque en vista de las circunstancias podría haber sido mucho peor. Dos horas extra, en el aeropuerto de París esperando para embarcar, mientras hacían “verificaciones técnicas de seguridad en el avión” que luego averiguamos que “simplemente” habían cambiado algunas piezas en el motor derecho. Tras  el embarque jugamos  al excitante juego de la ruleta del asiento, mientras recorríamos la aeronave en busca de nuestro sitio. Premio, maldición!! Los dos peores asientos de todo el avión: los dos de en medio de la fila central de cuatro. Moraleja: atrapados.
Tres películas, unas partidas al black jack, un poco de lectura, bastantes cabezaditas, y sobre todo, 14 horas y más de 11000 km recorridos después, aterrizamos en el aeropuerto internacional de Buenos Aires.
Después de los correspondientes trámites burocráticos, tomamos un remís, versión mís de un taxi en el que te dicen de antemano lo que te va a costar, y llegamos a un hotel (atención, ironía) con el mismo nombre que el que habíamos reservado, pero en el que unas sospechas obras de reforma (fin de la ironía) hicieron bueno el dicho aquel de que cualquier parecido con la realidad… Nos instalamos, descubrimos que no nos funcionan los móviles, y conseguimos conectarnos a la red wifi del hotel 3 efímeros minutos tras 700 intentos fallidos.
Superando la fatiga del viaje, el cambio horario y de estación salimos a realizar la primera toma de contacto con Capital Federal… a primera vista: una megalópolis con un enorme Esplendor Decadente…
Ahora son las 8:15 horas de la mañana (hora local) del domingo 24 de Julio de 2011. La ciudad se despereza con las primeras luces, aunque no haya estado dormida del todo, e invita a salir para descubrir aquellos rincones insólitos que le ofrece. El viajero está preparado y atento y acepta el reto.



jueves, 21 de julio de 2011

Los prolegómenos


El viajero contempla su entorno a través de la ventana. Las últimas luces de este día anterior a la partida. El mosaico de luces que forman el paisaje nocturno cotidiano, se construye ante sus ojos. Mañana emprende el viaje a la cuna del Sol, más allá de la línea curva que separa la noche del día, el Norte del Sur, el verano del invierno. Está preparado y atento.

El equipaje se amontona en el cuarto de invitados. En su macuto, un libro, un bolígrafo y un cuaderno. Ilusión y expectativa. Todo bien recogido junto a la máquina que captura y revela los recuerdos. El nuevo mundo espera. Otro continente, otros países, otra cultura, un mismo planeta. Un mismo fin, otras metas.

En la mente del viajero se aloja la oportunidad demandada de la desconexión y el reseteo. Detrás quedan los problemas que amenazan con instalarse, pero el viajero no admite lastres. El futuro es ahora y es incierto. De momento respira hondo y se prepara para lo que viene, y lo quiere compartir con todos, porque se avecinan noticias de ninguna parte y estas son sus crónicas.

jueves, 14 de julio de 2011

Los días de Octubre

Quien no ha estado al final de un pozo, no conoce lo que es perder la esperanza. Te sientas en la oscuridad, a solas, buscando un resquicio incandescente al que agarrarte a fin de encontrar el impulso inicial necesario que te coloque en el camino correcto. De entrada, es una lucha perdida. Una y dos veces perdida. Pero es una derrota que debes vivir solo. No hay más rival que tú mismo, y en cuanto superes este ligero escollo, ganes o pierdas, ya habrás vencido.

Me gustan los días de octubre. Esa luz melancólica de media tarde. El aire templado que trae el frescor de la lluvia fina que te empapa pero no te moja. Esa transición entre la viva luz del verano y la somnolienta austeridad del invierno que avecina.

Octubre es un mensajero que tiñe los campos de marrón y ocre. Un paje de nubes y grises charcos perennes. Anochece, y en poniente se derrama la sangre del día que muere y mi ventana al oeste me muestra las negras fauces que despiden al sol en su viaje. La noche es fresca.

Octubre es nostalgia de días de verano, pero también es promesas de cálidas noches de humo y tabernas. La vida se abriga y en sus tardes dormita la cosecha de retos cara el largo invierno. El alba remolonea, haciendo desear sus luces a la mañana que cede al ocaso el testigo tempranero del fulgor de las farolas. Los relojes se atrasan, las horas se paran.
Octubre es punto y seguido.

Quien no ha estado al final de un pozo, nunca entenderá el verdadero sabor de los días de Octubre.


Serguei