Notas de viaje

"La lectura es el viaje de los que no pueden tomar el tren."

Francis de Croisset


jueves, 18 de agosto de 2011

Departures


Nostalgia. La sala de salidas del aeropuerto sirve para hacer repaso y balance de las vivencias de las últimas semanas. Meses de preparativos y espera, ilusión y nervios en las horas previas, se transforman en recuerdos que en algunos casos parecen lejanos. El viajero en retorno, intenta descansar adaptándose a la larga espera de la partida. Cierra los ojos y los flashes se proyectan como una sucesión de fotogramas. Acuden imágenes de las primeras sensaciones en un mundo nuevo, de Buenos Aires y sus gigantescas avenidas, el viaje de más de 20 horas en bus a Asunción como una anécdota a contar, la llegada a La Paz con su aire denso y el silencioso pasillo de llegadas y sus decenas de rostros de mirada seria y curiosa, la devoción boliviana, el lago titicaca y sus islas, los enormes nevados peruanos, la festividad de Cusco, la magia del Valle Sagrado, Machu Picchu, Paraguay, Cataratas… tantos y tantos episodios, más y más imágenes y sensaciones.
Estamos de paso. Como dice la canción, somos eternos viajeros de sueños e ilusiones, y los recuerdos son lo que nos queda y es lo que nos llevamos. Es nuestro patrimonio personal. Cada cual lo vive a su manera.
Ahora suena la llamada, queda el último trámite para sentir esa mezcla de felicidad y melancolía que se siente al regresar a casa, al descanso y al calor de los tuyos; a volver a enfrentar el día a día, pero hoy por hoy, la huella es imborrable.

miércoles, 17 de agosto de 2011

Cataratas de Iguazú: el vals de las mariposas


Las carreteras paraguayas llevan a Brasil y a Argentina. Allí entre los dos países se encuentra el Parque Nacional de las Cataratas de Iguazú, una reserva natural bañada por las aguas de río Iguazú, que se desploman en saltos de hasta 80 metros de altura originando un espectáculo de humedad, luz y sonido, difícilmente igualables.
Al  acceder al parque, la selva acoge con su verdor y su sombra y acompaña con sus sonidos susurrantes de vida escondida y escurridiza. Poco a poco, el rumor del agua se va haciendo presente a medida que se atraviesa el río por la pasarela, acompañado siempre por el vuelo de miles de mariposas. Unas revolotean rápidas, otras se posan y exhiben su colorido y las más atrevidas acarician al caminante insinuando una invitación a seguir su baile. Cuando el viajero consigue sobreponerse del sobrecogedor entorno natural que le abruma, lo hace para presenciar la efervescencia que forman los miles de metros cúbicos de agua al precipitarse al vacío, en un remolino de fuerza brutal que la rompe en microscópicos fragmentos de bruma. Después, se deshace el camino, pero se recorren senderos marcados para contemplar y escuchar las cataratas en su máximo esplendor. De cerca, por arriba y por abajo, en el lado argentino; y en una visión más lejana pero panorámica, en el lado brasilero. Ambos tienen su encanto y culminan acercándose casi al límite, en lo que es un festival para los sentidos (en este caso más espectacular el brasilero) en el que se puede sentir la furia y la fuerza del río sobre una pasarela.
El retorno al punto de partida, con los oidos aturdidos y las ropas empapadas, se hace compartiendo el paseo con los coatíes, pequeños mamíferos tan traviesos como mansos, acostumbrados a la presencia y cercanía del hombre, monos, coloridos y ruidosos pájaros y las omnipresentes mariposas.
Las cataratas de Iguazú y su entorno son una maravilla natural y te hacen sentir inmensamente insignificante ante la fuerza salvaje de la naturaleza. 

Carreteras paraguayas


La última fase del viaje lleva a completar el denominado triángulo turístico paraguayo. Esto es la ruta Asunción – Encarnación – Ciudad del Este – Asunción. El recorrido sorprende por lo pintoresco y permite hacer una disección rápida del modo de vida paraguayo. En Paraguay no hay autopistas, ni autovías, ni nada que se le parezca (esto es común prácticamente en todo Sudamérica). Hay nueve carreteras o Rutas principales, estrechas, sin iluminar, parcheadas y por las que te cobran peaje. En 300 km puedes pagar hasta 3 €, empleando más de cuatro horas en recorrerlos. A partir de aquí el paisaje es agradable: muchos árboles, praderas, pueblitos… A lo largo y ancho de todo el recorrido, la carretera está flanqueado por numerosos establecimientos de comidas, de artesanía, de bebidas, bares, restaurantes, casitas con porche… pero todas con un denominador común: dos tipos espatarrados en sendas sillas de camping a la entrada. También hay muchísimas gasolineras. Estas por la noche se convierten en el club social de la juventud. Llegan con sus coches, abren el maletero, ponen su música, sacan sus cervezas y se sientan en sus sillas de camping y así pasan las horas en la versión más naftalínica del botellón.
Aparte de lo anterior, en el camino también se puede disfrutar de la historia, en las supervaloradas Misiones, que son vestigios más o menos conservados de los asentamientos jesuíticos, una especie de versión colonial de los campos de concentración, donde los curas reducían a los Guaraníes.
Al final de la ruta y antes del retorno se encuentra Ciudad del Este, ciudad fronteriza con Brasil. Desde lejos parece un Hong Kong  descafeinado pero una vez que entras, es un mercado de La Piedra elevado a la enésima potencia.
De regreso por las mismas carreteras paraguayas, de vuelta a la capital, se realiza el lógico balance. Paranormal, significa fuera de lo normal, entonces, en buena lógica, Paraguay es fuera de lo guay. No guay. Posiblemente.

lunes, 15 de agosto de 2011

Asunción


Poco se puede decir de Asunción, más allá de que es la capital de Paraguay. Es una ciudad llana, extensa y sin edificios, bueno algunos hay, pero aislados. Lo normal son construcciones de planta baja a tres-cuatro alturas como máximo. No tiene ningún atractivo, cuatro edificios históricos y mucho orgullo por haberse independizado de los españoles hace ahora 200 años. Se encuentra entre Argentina y Brasil, pero los paraguayos no son ni argentinos ni brasileros, y hablan sin vocalizar como si tuvieran una tableta entera de chicles Bang-Bang en la boca, con lo que es difícil entenderlos a veces.
Asunción es una ciudad colonial en la orilla del río Paraná. El viajero la toma como escala y descanso necesario, e invita a la realización de un ejercicio. Cierra los ojos e imagínate una postal de una típica república bananera que salga en un comic de Mortadelo y Filemón…. Lo tienes? Ya conoces Asunción.

viernes, 12 de agosto de 2011

Machu Picchu II. La Ciudadela


Esta es la entrada que más cuesta escribir, pues es muy difícil describir con palabras las sensaciones que desprende el mágico lugar. Machu Picchu hay que vivirlo, hay que estarlo. Aun a riesgo de parecer místico, se ha de decir que, los recuerdos que se configuran al cerrar los ojos, las imágenes, las fotografías, no consiguen transmitir las sensaciones que se experimentan estando allí sentado con la ciudadela a los pies. Las fotos son espectaculares, invitan a la visita, pero no logran descubrir lo que es en realidad. Hay piedras, ruinas… pero eso es lo de menos. Machu Picchu es mucho más.
A las 4:30 de la mañana el viajero se hace caminante, para recorrer los 6 km de ascensión hasta la entrada al santuario. Noche cerrada, no hay luces, sólo el susurro del río. Ni siquiera pájaros cantando. El puente Ruinas se abre a las 5 am. Presentando el pase hay acceso, se cruza el río Urubamba y comienza la subida por las empinadas escaleras que cortan la carretera Hiram Bingham, por la que todavía no han comenzada a subir los microbuses. El ascenso es duro, mucho desnivel. El aliento se condensa en el haz de luz de la linterna. Poco a poco la selva se despierta presintiendo las primeras luces que se dibujan detrás de las montañas. A más de la mitad de la ascensión, te alcanza la mañana mostrando lo que resta todavía, pero aunque con poco aliento la motivación, ayuda a llegar a la meta.
A partir de las 6 am ya se puede acceder a las ruinas, hay cola, pero con paciencia entras y puedes tomar una instantánea sin el tumulto. Un poco más de subida y se llega a la zona agrícola occidental a tiempo para ver subir el sol entre los picos, vertiendo sobre la ciudadela un espectacular manto de luces y sombras. Allí sentado, no puedes apartar la vista: abajo las ruinas destacando entre el verde intenso de la Plaza Central, enfrente el coloso macizo de Huayna Picchu (montaña joven en quechua) guardián antagonista del cerro Machu Picchu (montaña vieja), al norte y al sur del santuario respectivamente. El día transcurre paseando por las distintas estancias, y para acabar se vuelve a subir porque el caminante quiere volver a respirar el aire, escuchar el silencio, disfrutar de la vista de 360º. Está exhausto por el madrugón, la caminata y el paso de las horas, pero se resiste a abandonar el lugar…
Nueve horas después, pasan de las tres de la tarde, comienza a declinar la tarde, se echa la última mirada y se emprende el camino de regreso. Ahora la meta es otra: saborear una gran cerveza fría y contemplar los recuerdos.

jueves, 11 de agosto de 2011

Machu Picchu I. El tren Inca y Aguas Calientes


El tren Inca es un negocio. Es la única forma no infrahumana de recorrer los poco más de 40 Km que separan Ollantaytambo de Machu Picchu pueblo o Aguas Calientes. Esto, lo conoce la empresa Railperu, que ni siquiera es de capital peruano, que cobra unos precios abusivos por un servicio como máximo, es decente. Es la explotación capitalista de una preciosa ruta que discurre, descendiendo a la par del río Urubamba, e internándose en las postrimeras montañas de los Andes Orientales. Para disfrutar de ella, el viajero debe olvidar inmediatamente los 102 dólares americanos que paga por subirse al tren, acomodarse y observar la sucesión de imágenes que se ven a través de las ventanas y el techo panorámicos.
El valle sagrado se va estrechando, hasta quedar una franja de cielo azul custodiado por altos picos nevados. El paisaje pasa del amarillo-marrón de los prados, al gris-blanco de los macizos hasta llegar al tupido verde del destino final, precuela apetecible de la selva amazónica.
En un angosto valle, en medio de la verde frondosidad, crece la atrocidad urbanística de Aguas Calientes. Al salir de la estación se entra en un tupido mercadillo de subvenirse que oprime al viajero. Afuera, la construcción irregular de ladrillos escalonada, hace acudir a la mente las típicas postales de las favelas cariocas. Repuesto del shock inicial, el pueblo cobra otro aspecto. Ambiente 100 % turístico, con numerosos bares y restaurantes, con reminiscencias de los barrios populares del Saigón donde los pobres Marines americanos pasaban sus horas de asueto, pero sin prostitutas, que haber haberailas. Aguas Calientes, como antesala del Machu Picchu, es ciudad de paso y su ambiente recuerda al de un enorme campamento de verano o excursión de fin de curso, de gran algarabía y promiscuidad. Saliendo del meollo, es un agradable paseo entre montañas con el rumor del río y el canto de los pájaros de fondo. Por el camino de tierra se llega al Puente Ruínas, puerta del inicio de la ascensión a la ciudadela del Machu Picchu.

miércoles, 10 de agosto de 2011

Peruvian skies II. El valle Sagrado


Valle Sagrado se denomina a la depresión que va desde la Ciudad de Cusco hasta las estribaciones montañosas, antesala de la selva amazónica, en las que se encuentra Machu Picchu. El valle lo forma el “Río de los cien nombres” que en esta zona adquiere en nombre de Río Urubamba, ya que atraviesa la población de Urubamba, y se considera sagrado por la cantidad de vestigios arqueológicos de la cultura Inca. Además, estos consideraban a este río sagrado por transcurrir de Este a Oeste, el mismo camino que realiza el Sol cada día. El río nace en la Raya, pasa por Cusco y configura el Valle Sagrado transcurriendo entre los colosos andinos orientales hasta su desembocadura en el mismísimo Río Amazonas.
Desde Cusco hasta Ollantaytambo, el Valle es un espectáculo para los ojos del viajero. A un lado los picos nevados cortan el azul del cielo peruano, al otro las montañas se suavizan para proteger las enormes extensiones de cultivos de cereal. Bajando más, el valle se vuelve verde por los aportes fluviales y se tapiza de frutales, mientras que se estrecha entre paredes marrones, que se curvan al son del curso del Río Urubamba.
En el camino se puede visitar el laboratorio agrícola Inca de Maray, las salinas en terrazas de Maras, y tras pasar por Urubamba, se encuentran las ruinas de la fortaleza Inca de Ollantaytambo, población que cierra el Valle Sagrado, y desde donde parte el Tren Inca que conduce paralelo al río Urubamba en su camina hasta Aguas Calientes, la población “recibidor” del Machu Picchu.

martes, 9 de agosto de 2011

Cusco


Cusco es la antigua capital de Perú y en la actualidad es el centro turístico del país. Cusco es la historia del extinto imperio Inca y la conquista por el imperialismo Español. Hoy es un centro del negocio del turismo y de la parafernalia que gira en torno al Machu Picchu en particular y a los Incas en general. Desde que uno llega a Perú lo único que hace es pagar por todo, lo que lo hace un país más desarrollado que su vecina Bolivia y también que la gente sea más listilla. Perú es un país que quiere ser rico, pero si mira más allá del cristal le queda mucho por barrer...
Todo esto se hace más evidente en Cusco, por la enorme afluencia de turistas, y en donde están los precios casi al nivel de España sin que los servicios mantengan la relación consecuente. Conclusión: hay que regatear hasta para el precio del Hotel.
Dejando a un lado lo anterior, pero sin olvidarlo, Cusco tiene un casco histórico bonito y bien cuidado con su majestuosa Plaza de Armas rodeada de soportales y su calle Hatunrumiyoc donde se encuentra el muro construido por los Incas con su emblemática piedra de los 12 ángulos, ahora parte del Palacio Episcopal. Hay mucho ambiente en la calle durante todo el día y también es una ciudad movida por la noche. Al viajero le recuerda a un Santiago de mayor tamaño y de estilo Colonial.
Cusco, en definitiva, es agradable y no está mal mientras se pague, pero hay que regatear el precio aunque sólo sea por principios.

lunes, 8 de agosto de 2011

Peruvian skies. Camino a Cusco


Autobús turístico. Nueve horas de viaje con paradas en puntos de interés para el viajero. Pueblos pintorescos, pero sobre todo un paisaje demoledor. Dejamos lentamente el Altiplano Peruano, echando la vista atrás, despedimos al inmenso azul que nos acogió los últimos días y nos mostró algunos de sus encantos. El terreno empieza a cambiar conforme avanzamos. La inmensidad de la planicie roja y desolada da paso al escarpado y montañoso terreno que se ve conforme nos introducimos en la cordillera andina. El cielo peruano es dentado como el filo de una sierra.
Subimos y subimos en la frontera entre la región de Puno y la Región de Cusco, “La Raya” alcanzamos el punto álgido del camino: más de 4000 metros sobre el nivel del mar, rodeados de gigantes nevados de más de 6000 metros de altura. A partir de aquí comienza el descenso y la ganadería deja paso a la agricultura y bajamos por el valle del río de los cien nombres, pues toma áquel de cada población por la que transcurre. Este valle hermoso y fértil, nos conduce a la ciudad de Cusco, que nos recibe con algarabía y un gran ambiente. Pero no todo es lo que parece.

viernes, 5 de agosto de 2011

Postales del Lago Titikaka


A través de una serpenteante autopista “peatonal” llena de baches y carriles improvisados, se abandona la ciudad de La Paz. Con la llegada a El Alto, se inicia el Altiplano Boliviano, y rodean al coche numerosas escenas de la vida cotidiana de un domingo cualquiera. Cantidades ingentes de personas esperando un transporte, puestos de comida y de bebidas, ríos de gentes, coches, furgonetas, autobuses, camiones…
Recorriendo kilómetros a través de la llanura circulando por carreteras de peaje, se desemboca en la azul inmensidad del lago navegable más alto del mundo: el Lago Titikaka.
El pueblo de Copacabana, situado en la península del mismo nombre, es Bolivia en estado puro. Con su monte El Calvario, empinado vigía sobre las aguas del lago; y su capilla de las velas, con las paredes negras por el humo y sin más luz que la de las ofrendas en forma de cirio que le dan el nombre. De allí navegamos hacia la Isla del Sol de familiar recuerdo a nuestras Islas Cíes, pero a más de 4000 msnm. Caminamos despacito por sus crestas escarpadas con la compañía del isleño y de sus ancestros preincas. Agradable paseo.
Al día siguiente cruzamos la frontera, camino a Puno, viendo que Perú recibe al viajero igual que lo despide Bolivia. Desde sus costas visitamos las Islas Flotantes de los Uros, tan artificiales como artificial es la antigua cultura que supuestamente las habita; y la Isla de Taquile poblada por los Quechuas en un poblado al que se accede tras subir 500 escalones de piedra.
Mientras el sol se oculta tras las altas cumbres nevadas de los Andes, el viajero vuelve a puerto a rehacer el equipaje, que lo despide del Lago y lo conduce a una nueva etapa en su viaje: Cuzco.

martes, 2 de agosto de 2011

La Paz o la alegría de ser pobre


Más kilómetros recorridos, más retraso acumulado. Otro país en la mochila, esta vez: Bolivia. De Asunción a La Paz, pasando por Santa Cruz de la Sierra. Altitud.
Poner un pie fuera del avión en el aeropuerto internacional “El Alto” de La Paz, es recibir de golpe un montón de nuevas sensaciones. La atmósfera tiene una textura distinta y el menor movimiento, el cuerpo lo considera un esfuerzo al límite, que hace jadear al mismo tiempo que se siente el latido de la sangre en la cabeza. La vida se ralentiza.
La adaptación es costosa, y mientras recorre las calles, el viajero asiste perplejo a la sucesión de novedades de su entorno, mientras lucha desesperadamente por mantener la integridad física. Calma.
Tráfico caótico a golpe de bocina, colectivos llenos a rebosar, centenares de taxis, mercados, puestos ambulantes, y gente, sobre todo gente por la calle. La Paz es un mosaico de casas de ladrillo construido en un valle rodeado de colinas. Es un puzzle al que se le han caído las piezas y así ha quedado completado. El viajero observa la amabilidad de las personas, sus coloristas vestimentas, la dureza de sus rasgos esculpida por el sol, su excesiva amabilidad. La Paz es una ciudad pobre, muy pobre, dentro de un país pobre, pero es a la vez tremendamente alegre, pintoresca, cálida y acogedora. La Paz hace valorar lo que tienes y lo superficial que eres. Yo de ser pobre en otra vida, quisiera ser feliz en La Paz.