Nostalgia. La sala de salidas del aeropuerto sirve para hacer repaso y balance de las vivencias de las últimas semanas. Meses de preparativos y espera, ilusión y nervios en las horas previas, se transforman en recuerdos que en algunos casos parecen lejanos. El viajero en retorno, intenta descansar adaptándose a la larga espera de la partida. Cierra los ojos y los flashes se proyectan como una sucesión de fotogramas. Acuden imágenes de las primeras sensaciones en un mundo nuevo, de Buenos Aires y sus gigantescas avenidas, el viaje de más de 20 horas en bus a Asunción como una anécdota a contar, la llegada a La Paz con su aire denso y el silencioso pasillo de llegadas y sus decenas de rostros de mirada seria y curiosa, la devoción boliviana, el lago titicaca y sus islas, los enormes nevados peruanos, la festividad de Cusco, la magia del Valle Sagrado, Machu Picchu, Paraguay, Cataratas… tantos y tantos episodios, más y más imágenes y sensaciones.
Estamos de paso. Como dice la canción, somos eternos viajeros de sueños e ilusiones, y los recuerdos son lo que nos queda y es lo que nos llevamos. Es nuestro patrimonio personal. Cada cual lo vive a su manera.
Ahora suena la llamada, queda el último trámite para sentir esa mezcla de felicidad y melancolía que se siente al regresar a casa, al descanso y al calor de los tuyos; a volver a enfrentar el día a día, pero hoy por hoy, la huella es imborrable.