Notas de viaje

"La lectura es el viaje de los que no pueden tomar el tren."

Francis de Croisset


domingo, 13 de noviembre de 2011

Nuevas Mezclas o el extraordinario encuentro de la mermelada de fresa y la empanada de carne


La tradición es un lastre que únicamente hace engordar al gran Ente social que hace aflorar al conservador que llevamos dentro, y que hace que se giren hacia nosotros cientos de ojos acusadores, cada vez que nos desviamos de la senda marcada por la impoluta moral de la masa. 
Tal vez un solo hombre no pueda cambiar el mundo, pero la historia está plagada de pequeños gestos, símbolos o actos que cambiaron el transcurrir de las cosas para bien o para mal. Personajes estigmatizados prematuramente, o simplemente incomprendidos, a los que finalmente el Padre Tiempo les ha otorgado la razón, absolviéndolos de su inoportuno descaro de adelantarse a su tiempo, rompiendo las reglas escritas en rectos renglones por las firmes manos de los Amos.
Hay que rendir homenaje a los innovadores, a los descarados, y promulgar su figura como motores del engranaje que mueve el mundo. Reconocer su valentía y su férrea fortaleza mental que les lleva a dar el salto cuantitativo y contra corriente, y ante la mirada atónita de sus anodinos congéneres, consumar el revolucionario e insignificante paso de mezclar la mermelada de fresa con la empanada de carne.
Éste, hoy por hoy, no parece más que un acto de retorcida extravagancia, pero el futuro hablará y dará las razones que quitan las estrechas miras de la sociedad contemporánea. Debemos romper una lanza y alzar nuestro grito en favor de los pioneros y agradecer sus altruistas gestos. Incomprendidos del mundo, unidos.

jueves, 3 de noviembre de 2011

El último trayecto

Hoy se cierra el círculo. Cuando haya completado el último repecho del viaje emprendido un lluvioso día del mes de octubre del año 2008, el motor se apagará y descansará en el recuerdo, se mirará en el imborrable espejo de la memoria y será historia para siempre.
En el arcén quedan nervios, incertidumbre, retos, metas y obstáculos. He cosechado éxitos y recogido decepciones, pero por encima de todo me llevo el maletero lleno de los múltiples pedacitos de humanidad que he coleccionado durante los últimos tres años.
He conocido a muchas personas, unas han merecido la pena más que otras, y algunas no merecen ni siquiera semejante consideración, pero en líneas generales me voy con el sentimiento de ser querido y respetado, y eso es recíproco en muchos casos. Considerando este balance, el camino recorrido está justificado y más todavía cuando ha servido para el enriquecimiento personal y profesional.
Ahora llega el momento de la partida. Sin mirar atrás, pero sin ganas de olvidar, me preparo para recorrer el último tramo, que cierra un ciclo del que salgo con la conciencia tranquila, y la cabeza alta; y lo que es mejor, con la satisfacción del deber cumplido y con la dignidad y el orgullo intactos.
Las luces del día se apagan y muere la tarde en manos de la negra oscuridad de la noche. Sentado en la cuneta, aprovecho para retirar las piedras que el transcurrir de los años ha ido introduciendo en mis desgastados zapatos. Algunas se retiran fácilmente, son molestas vivencias que conviene desechar, pero la mayoría permanecen, incrustadas, recordando a cada paso que están ahí, configurando el puzzle de nuestra existencia que no es más que una sucesión de recuerdos imborrables. Se hacen necesarias sus pequeñas descargas de dolor, nos recuerdan quienes somos y de donde venimos.
Es tarde, y la lluvia me despide al igual que antaño me dio la bienvenida, no quiere faltar a la cita. La maleta está hecha y el equipaje cargado. El motor en marcha. Me dispongo a recorrer el último trayecto de autopista que me lleva al fin de una etapa, pero se que, aunque la madrugada sea húmeda y fría, nunca caminaré solo y en el camino nos encontraremos.

Hasta siempre, AMIGOS.