Notas de viaje

"La lectura es el viaje de los que no pueden tomar el tren."

Francis de Croisset


lunes, 30 de abril de 2012

Ni rastro del pesebre


Escépticos, ateos y agnósticos acudimos a la Meca del cristianismo, San Pedro y los museos vaticanos. Recelosos pero conversos por apreciar las excelencias artísticas universales, cuya majestuosidad nos fue tan sutilmente introducida en aquellos maravillosos años de condicionamiento escolar. Al primer tañido de campana empezamos a libar de impaciencia, hasta el momento de morder el duro hueso de la realidad. Todos los caminos, en realidad, conducen a San Pedro, y allí llegamos ignorantes de la representación que iba a tener lugar. La primera impresión fue de indiferencia y chasco pues por televisión parece un lugar magnífico e imponente, mientras que en el rigor del directo la ausencia de emoción fue patente, considerando, a la Praza do Obradoiro con su vetusta catedral, un lugar mucho más sobrecogedor e impresionante. San Pedro es enorme y su plaza también, pero lo siento, no me trasmite, será una cuestión divina…
En el momento indicado, y ante el fervor de una feligrí muchedumbre, hizo su aparición el gran gurú, el imán, el Bono del catolicismo, el CR7 de la iglesia, aclamado por cientos de fans, mientras era transportado como una vedette en la superficie de su austero y poco ostentoso cochecito. Lo vi elevarse sobre la masa y deslizarse en su estudiado recorrido y entonces, me vi en una nueva versión de la estrella de la muerte, ante un resurgido emperador Palpatine, pasando revista a sus brillantes e inmaculadas tropas de asalto ante la orgullosa mirada de sus discípulos, y aprendices en el reverso más reverso y tenebroso de la fuerza.
Asqueados de este circo, nos retiramos al interior de los Museos Vaticanos, línea directa al lujo y la ostentación. Palacios de mármol, estancias divinas y jardines de ensueño como contenedores de las más importantes muestras de las artes universales. Todo en manos de la iglesia, sólo oro en las manos. En dónde quedó el pesebre y el voto de pobreza……….. la indignación aumentaba en proporción al número de obras mutiladas por la divina gracia de algún Papa(ostias) de antaño. Las dependencias son impresionantes, pero la opresión y el acoso de los cientos de personas que como tu ejercen su derecho de visita, invita a la visión apresurada so pena de ser arrollado por el rodillo de la muchedumbre curiosa.
Traca final: la Capilla Sixtina. El pasillo se estrecha, escaleras que bajan. Una voz en off te recuerda en 20 idiomas lo sagrado del lugar y el consiguiente respeto que has de demostrar. Indumentaria apropiada, no foto y permanecer en silencio. Entramos. La joya de la corona permanece en penumbras, lo entiendo, pero yo vine a ver los frescos, al igual las 6000 personas restantes que me acompañan… por un momento pensé en encender el mechero en alto y gritar otra, otra!! Pero en lugar de eso me fui sin mirar atrás triste y decepcionado. Abandonamos el lugar, le dijimos arrivederci a San Pedro y nos perdimos por la Roma que esperábamos encontrar.

domingo, 29 de abril de 2012

Fiascus Maximus



Roma nos recibe y nos engulle en su ruidosa marabunta de gente y tráfico infernal instalándonos en el desasosiego y el malestar absolutos. Los brazos están abiertos y nos arropan con la mirada brillante y encendida, mientras sus pupilas adoptan la forma definida por el símbolo del euro, pues no somos más que eso para ella, una sucesión de papeles de valor creciente y variopintos colores. Nunca me he sentido tan forastero en tierra extraña ni tan guiri en el espacio exterior, ni con la sensación continua de que me están tangando, como aquí, en las no innumerables pero si numerosas andanzas que ya acumulan mis anchas espaldas y cada vez más anchas posaderas.
Superada y asumida esta impresión inicial, se puede comenzar a disfrutar de Roma, una vez superadas las interminables colas, primero para acceder a los monumentos, como después para conseguir una sencilla fotografía, o un vistazo fugaz de una porción inmortal repleta de historia, lo que hace comprender, sin duda, el calificativo que refiere a Roma como “Ciudad Eterna”. No hay lugar para el análisis ni la contemplación y todo el encanto y el misticismo de un lugar mítico como puede ser la Capilla Sixtina, se diluye entre la opresión de las más de 500 personas que te rodean y los vehementes vigilantes pidiendo silencio a gritos.
Ya en el espacio exterior, la cosa no mejora mucho, todo tiene un precio y nunca es inferior de due euri, no se si los italianos (o los romanos en este caso) ganan mucho, o pecan de excesiva listeza, o es que nosotros somos directamente tontos, lo que podrá ser motivo de reflexión y análisis en otra entrada… ahora quiero callejear, salir del gentio, del bullicio, de la jauría… y creo que lo he conseguido, pero eso es otro cuento.