Notas de viaje

"La lectura es el viaje de los que no pueden tomar el tren."

Francis de Croisset


miércoles, 2 de mayo de 2012

En las orillas del Tévere


La Roma esperada se encuentra en las orillas del Tévere, oculta en un entramado de callejuelas estrechas, confinadas por edificios de austeros colores ocres, marrones y amarillos sucios. Sus calles empedradas parten como dendritas de los márgenes del río, y desembocan en animadas piazzas custodiadas por imponentes iglesias o palazzos rencentistas. No faltan los cafés, bares o restaurantes con sus terrazas repletas a todas horas. Los mercados populares como en Campo dei Fiori endulzan el aire viciado de la urbe con sus esencias especiadas. Los pintores, pintorcillos y pintorzuchos de Piazza Navona, dan colorido a un entorno de por si alegre y pintoresco. La via Coronari y sus tiendas de antigüedades y rincones acogedores, la piazza della Rotonda con el imponente panteón milenario… Descansar en el frescor de la Isola Tiberina degustando un gellato de sabores reales, o el intenso aroma de un espresso, mientras la sombra de los árboles y la brisa fluvial te acarician, es una experiencia que no se debe dejar escapar. Después, cruzar contemplando el puente roto, caminar por el Aventino con su historia, sus monumentos y más historia y regresar, otra vez a los meandros del Tíber y cuando cae la tarde perderse entre las calles de Trastevere y sus gentes.
El sabor de una cerveza al anochecer, se mezcla con la algarabía de la Roma popular, joven pero tradicional, que abarrota los bares y discurre por las callejuelas bajo las cuerdas de coladas que son el sello de identidad y distintivo de este barrio de Trastevere. Es la antítesis de Piazza de Espagna y la Via dei Condotti, y alrededores, con sus tiendas de lujo, y del rancio y mojigato entorno de San Pedro. Nada que ver. Por un momento lo vimos todo perdido, hasta que la herrante escapatoria de la muchedumbre nos condujo, con nuestros pies cansados, a este amplio rincón de calma dentro de un vendaval,  al que volvimos cada tarde, fieles a nuestra cita.
Visita obligada son el bimilenario Foro, Colosseo y Palatino con su polvo ancestral y sus piedras en equilibrio desafiante al paso del tiempo. Tras la visita, una vez sacudidos nuestros pies, volvimos la vista al río y descendimos hacia sus orillas nuevamente para perdernos, una vez más en sus sombras.
Cada viaje es distinto, y cada ciudad es un mundo de rincones que coleccionamos y guardamos como un tesoro en nuestra memoria, pues es lo que nos llevamos, es nuestro capital y yo, con pedacitos de ciudad como este, me siento cada vez más rico.

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