Notas de viaje

"La lectura es el viaje de los que no pueden tomar el tren."

Francis de Croisset


jueves, 4 de octubre de 2012

El estado de las cosas



Se acabó el verano pero no las rebajas. Llegó la época de los recortes salariales, de los recortes de las libertades individuales y colectivas, de los recortes del poder adquisitivo, etc., etc., etc. Y lo que está por venir porque la situación irá a peor, como se indica en la página 262 del Manual de lo Que no se Debe Hacer en Tiempos de Crisis, grueso volumen que se puede encontrar colgado de un alambre a la vera de los señoriales inodoros de los excelentísimos y celeberrísimos Señores Ministros de la Nación Grande y Libre.
Yo no pido riquezas. Me conformo con ser hormiga en un mundo dominado por cigarras. Sólo pido un salario digno que permita vivir sin agobios, un trabajo enriquecedor, con horario “europeo” que permita conciliar la vida laboral con el ocio, salir, beber, el rollo de siempre… y de vez en cuando poder realizar un viaje, para poder conocer otros lugares, otras culturas y otros pueblos de hormigas con las mismas inquietudes e instalados en un estado de cosas similar o peor al nuestro. Todo lo anterior debería ser un derecho para todos, y no un privilegio para unos pocos. Mi conciencia de hormiga obrera no pide más. No es poco, lo sé, y que hay ciudadanos que lo están pasando peor que yo, también lo sé, y no me quejo, pero eso tampoco me vale, como no me vale el pienso una vez que me he acostumbrado al caviar.
La clase dominante se equivoca, cegada por su avaricia y por sus ansias de poder y riquezas. El actual estado de cosas lo sustenta la clase media acomodada de perfil neo burgués, en la que me encuentro afiliado (decir otra cosa sería mentir) y es precisamente ese sustento al que están atacando con mayor fiereza, sin darse de cuenta de que si las obreras caen, la reina también porque si no hay quien trabaje, y no hay quien consuma, el sistema se desquebrajará y la reina se quedará sin reino y tendrá que trabajar o devorarse a otras reinas germanas, británicas o norteamericanas.
Mi utopía es la autogestión, la ausencia de gobierno, el reparto equitativo de la riqueza, el uso racional de los recursos naturales, la supresión de las fronteras, un mundo feliz universal en el que quepan todas las culturas, razas pero sin Dios. El capitalismo ha fracasado. El imperialismo ha fracasado. Vivamos en igualdad y en verdadera libertad, porque estamos de paso. Vivimos de alquiler en un mundo que no nos pertenece, y si nos devoramos los unos a los otros, nos extinguiremos y no quedarán más que vestigios de nuestra existencia mientras que la Tierra prevalecerá… Sólo espero que haya vida inteligente en otros mundos, porque lo que es en este no hay ni rastro.

lunes, 20 de agosto de 2012

Noruega: la antesala del invierno y III. Los fiordos


Desde Bergen tomamos un tren que con extrema puntualidad nos condujo a Myrdal. En un apeadero entre montañas de cumbres nevadas, nos subimos al Flamsbana o tren de Flam, una obra de la ingeniería que tiene el privilegio de ser el tren convencional que transcurre por la vía con mayor porcentaje de desnivel del mundo. En apenas 20 km, descendemos desde 845 m de altitud, hasta el nivel del mar, entre espectaculares laderas, pintorescos pueblecillos y numerosas cascadas ubicados en un paisaje de encanto. Al final de la línea se encuentra el curioso y turístico pueblo de Flam, con su puerto de partida y escala de numerosas embarcaciones destinadas a mostrar la maravilla natural de los fiordos.
El barco nos condujo desde Flam a Gudvangen, en dos horas de recorrido a través del Aurlandsfjorden y del Naeroyfjorden, dos de los más estrechos y espectaculares fiordos, “afluentes” del gran Sognfjorden. Al inicio de la travesía el sol no quiso faltar a la cita, pero poco a poco las nubes lo amordazaron, permitiendo el filtro de una luminosidad suficiente para dar al paisaje las pinceladas justas de luces y sombras, creando un cuadro sobrecogedor en un marco incomparable.
El mar es verde turquesa, las montañas, altísimas moles de paredes verticales tapizadas de verde o desnudas de gris, el mismo color del cielo. Entre los dientes de esa sierra, caen al vacío hilos de agua procedentes del deshielo y en la base se suaviza en verdes valles con núcleos de casas, cuya existencia es imposible de imaginar durante los largos y duros días de invierno. En la cubierta del barco desearías tener visión periférica de 360º, pero desistes y te sientas atónito fijando la vista en alguna dirección, luego en otra, casi insensible al frío que se puede sentir al navegar por el ecuador de una tarde del mes de agosto.
Todo llega, y el fin no es una excepción. Echando la vista atrás, al estrecho desfiladero de roca y agua salada, montamos en el autobús que nos dará la última muestra de Noruega en forma de cáscara de nuez, a través de carreteras sinuosas que recorren valles glaciares, bosques y lagos…
De vuelta al tren que nos conduce a Bergen, se termina nuestro breve pero intenso viaje, por una pequeña muestra de este país que disfruta del verano, preparándose para el invierno que siempre se aproxima.

lunes, 13 de agosto de 2012

Noruega: la antesala del invierno II. Fløyen - Rundemanen


A escasos 100 metros del mercado del pescado se puede tomar el funicular que asciende a Floyen, el balcón de Bergen. Una vez arriba te asomas a la panorámica de la ciudad, a unos 400 metros de altitud, contemplando el Byfjorden, el fiordo en el que se ubica, en su magnitud, allí hasta donde alcanza la vista.
Floyen es un lugar pintoresco ubicado en un macizo denominado Rundemanen, que alberga el “parque” de la ciudad, al que los lugareños acuden cada día a disfrutar del ocio al aire libre. Existen numerosas rutas de diferente longitud y dificultad para disfrutar de esta porción de los bosques de Noruega, todas perfectamente señaladas en paneles y en folletos que se promocionan en la oficina de turismo.
Una vez arriba, y tomadas las fotos de rigor sobre la bahía, seguir cualquiera de los senderos indicados, es adentrarse en una espesura de arces, abetos y demás coníferas que cubren un tapiz de musgo mullido del que parte una neblina que rodea al entorno con un manto de misterio y quietud. Conforme se asciende más, el macizo se desnuda y los árboles descienden por la ladera, como cortinas que se abren descubriendo una ventana infinita hacia el mar y la tierra disgregada en numerosos fragmentos se fije la vista en la dirección que sea. Al otro lado el imponente macizo granítico, suda agua por numerosos poros, acostumbrado a rigores más invernales.
El paisaje lo completan numerosos lagos, vestigios presentes de nieves pasadas en otra época perpetuas, que en su nuevo estado configuran numerosos espejos en los que se refleja el verdor del bosque y el blanquiazul del cielo.
El círculo se completa, pero el sobrecogimiento te rodea, descubriendo en cada curva, en cada repecho, ladera o recodo un lugar de ensueño o simplemente una piedra en la que sentarte a escuchar el silencio.
De vuelta a Floyen, cansado de la caminata pero empapado de naturaleza, te sientas a contemplar incrédulo la ciudad a escasos metros, mientras esperas a que el Sol remoloneando, se meta en su cama de agua para poner fin a un día extraordinario.

domingo, 12 de agosto de 2012

Noruega: la antesala del invierno I. Bergen


Bergen es la segunda ciudad de Noruega después de la capital Oslo. Está ubicada en el suroeste del país, en la costa donde la tierra se disgrega en trozos de diferente tamaño, formando un caos de islas, islotes y penínsulas entretejidas por una maraña de fibras marinas que son los famosos fiordos. Desde el aire, esta zona a la insinuante luz del anochecer, muestra un paisaje sin igual revelándose como el aperitivo perfecto a lo que el viajero se va a encontrar.
Bergen, no es la típica ciudad nórdica (al menos en esta época del año) en cuanto a ambiente. Es animada y bulliciosa pero sin ser escandalosa, pero huele a invierno por los cuatro costados. El aire está impregnado del olor de especias, a una mezcla de curri y mostaza, pero a medida que bajas al puerto, la brisa del mar te asalta con su fragancia de sal y pescado. A pie de mar, se encuentra el mercado del pescado, con sus puestos de toldos escarlatas, donde el salmón, el bacalao, la ballena y el cangrejo rey son las estrellas y se pueden degustar a la plancha, ahumados, en bocadillo, etc. Dejando atrás el fish market, continuando la línea del muelle, se llega al Bryggen, una pintoresca línea de casas de madera adosadas que antaño fueron los almacenes de los seres y enseres de los pescadores y que en 1702, tras un incendio devastador, resurgieron de sus cenizas tal y como eran entonces para convertirse en el símbolo y orgullo de la ciudad. Bajo el amparo del mediático sello de la UNESCO, hoy albergan cafés y tiendas de artesanía y souvenirs.
Fuera de esta zona, y no muy lejos de ella, se puede huir del alboroto de los miles de turistas que la transitan a diario, y perderse por la esencia nórdica de Bergen. Son varios los barrios formados por entramados de calles adoquinadas, estrechadas por casitas de madera de colores variados. En sus esquinas se detiene el tiempo y el silencio se adueña del espacio a escasos metros del bullicio, mientras puedes ver a algún vecino incrédulo de encontrarte fuera del meollo que te saluda educadamente.
En esta época del año la cantidad de luz es espectacular, unas 17 horas al día, que invita a la gente a disfrutar al máximo de la primavera tardía u otoño temprano (así es su verano), lo que se refleja en el sin número de actividades al aire libre que realizan los amables pero fríos noruegos: correr, andar en bici, patear por el monte, terracear, vida nocturna… aprovechando cada rayo de sol, mientras se preparan para la inminente llegada del invierno que se aproxima.

domingo, 6 de mayo de 2012

Viva Napoli!


Poniendo un paréntesis al bullicio romano, hicimos una escapada hacia el sur, a las faldas del mítico monte Vesubio, hacia la misteriosa villa de Pompei y hacia los brazos de la curiosa idiosincrasia del bullicio napolitano.
Pompei es un mundo en el que se congeló el tiempo. Una ciudad de la antigüedad con una estructura y organización que ya quisieran para si muchas urbes de la actualidad. Las piedras supuran historia y cuentan que hace miles de años, sucumbieron ante un terremoto y más tarde fueron sumergidas por los rojos ríos de lava que la ira de los dioses incitó a escupir al furioso Vesubio. Pensar en estas circunstancias es lo que da valor y sorprende, cuando te encuentras la ciudad con los restos de cientos de casas, con sus entramadas calles, sus plazas, templos, teatros, anfiteatros y hasta un coliseo. Sin duda, es un desafío a la naturaleza, al paso del tiempo, a la memoria.
Dejamos “Villa dei misteri” y volvimos en el circumvesubiano, para pasar la tarde hasta la hora de salida del tren hacia Roma, paseando por las calles de Napoli. Las pocas horas pasadas allí fueron de las más intensas y podríamos decir que provechosas de los últimos días. Napoli, es un puntazo… en seguida que comienzas a caminar por la ciudad, te das cuenta que su carácter es excepcional y que en ella, al margen de todo lo que hayas oído o leído, rigen unos principios y fuerzas poco usuales.
Napoli es un enorme y pintoresco estercolero con un gran encanto. La suciedad y la basura se amontonan en las esquinas y en las fachadas de los edificios de las calles llenas de coches, furgonetas, camiones pero sobre todo motocicletas todos con las mismas cualidades: bocinas agudas y total carencia de dispositivos de frenado. El centro histórico es un entramado de calles estrechas, pero con edificios altos que apenas dejan llegar la luz del día al suelo, lo que le confiere un aspecto sombrío y húmedo. El escaso espacio aéreo está surcado por innumerables cuerdas que, de fachada a fachada, componen una telaraña de coloridas ropas a secar. El cuadro se completa con los moradores de las callejuelas. Napoli es un hormiguero de futuras promesas del calcio corriendo detrás de balones, cientos de tiendas de ultramarinos y peluquerías, bares, pequeños negocios, mercados callejeros. Es una ciudad viva como ninguna otra. Receptora de gran cantidad de emigrantes, es un crisol de culturas, pero sobre todo, un pueblo que vive en la calle. En sus esquinas, entre los despojos, pasan el día cientos de personas, ociosas o que parecen estarlo, pero que en realidad son los vigilantes de ese “sistema” que mantiene en funcionamiento el engranaje de la ciudad y su área de influencia.
La tarde transcurrió entretenida y nos dirigimos de nuevo a la estación a través de la calle comercial con buen sabor de boca y una extraña cara de sorpresa, agradable sorpresa.

miércoles, 2 de mayo de 2012

En las orillas del Tévere


La Roma esperada se encuentra en las orillas del Tévere, oculta en un entramado de callejuelas estrechas, confinadas por edificios de austeros colores ocres, marrones y amarillos sucios. Sus calles empedradas parten como dendritas de los márgenes del río, y desembocan en animadas piazzas custodiadas por imponentes iglesias o palazzos rencentistas. No faltan los cafés, bares o restaurantes con sus terrazas repletas a todas horas. Los mercados populares como en Campo dei Fiori endulzan el aire viciado de la urbe con sus esencias especiadas. Los pintores, pintorcillos y pintorzuchos de Piazza Navona, dan colorido a un entorno de por si alegre y pintoresco. La via Coronari y sus tiendas de antigüedades y rincones acogedores, la piazza della Rotonda con el imponente panteón milenario… Descansar en el frescor de la Isola Tiberina degustando un gellato de sabores reales, o el intenso aroma de un espresso, mientras la sombra de los árboles y la brisa fluvial te acarician, es una experiencia que no se debe dejar escapar. Después, cruzar contemplando el puente roto, caminar por el Aventino con su historia, sus monumentos y más historia y regresar, otra vez a los meandros del Tíber y cuando cae la tarde perderse entre las calles de Trastevere y sus gentes.
El sabor de una cerveza al anochecer, se mezcla con la algarabía de la Roma popular, joven pero tradicional, que abarrota los bares y discurre por las callejuelas bajo las cuerdas de coladas que son el sello de identidad y distintivo de este barrio de Trastevere. Es la antítesis de Piazza de Espagna y la Via dei Condotti, y alrededores, con sus tiendas de lujo, y del rancio y mojigato entorno de San Pedro. Nada que ver. Por un momento lo vimos todo perdido, hasta que la herrante escapatoria de la muchedumbre nos condujo, con nuestros pies cansados, a este amplio rincón de calma dentro de un vendaval,  al que volvimos cada tarde, fieles a nuestra cita.
Visita obligada son el bimilenario Foro, Colosseo y Palatino con su polvo ancestral y sus piedras en equilibrio desafiante al paso del tiempo. Tras la visita, una vez sacudidos nuestros pies, volvimos la vista al río y descendimos hacia sus orillas nuevamente para perdernos, una vez más en sus sombras.
Cada viaje es distinto, y cada ciudad es un mundo de rincones que coleccionamos y guardamos como un tesoro en nuestra memoria, pues es lo que nos llevamos, es nuestro capital y yo, con pedacitos de ciudad como este, me siento cada vez más rico.

lunes, 30 de abril de 2012

Ni rastro del pesebre


Escépticos, ateos y agnósticos acudimos a la Meca del cristianismo, San Pedro y los museos vaticanos. Recelosos pero conversos por apreciar las excelencias artísticas universales, cuya majestuosidad nos fue tan sutilmente introducida en aquellos maravillosos años de condicionamiento escolar. Al primer tañido de campana empezamos a libar de impaciencia, hasta el momento de morder el duro hueso de la realidad. Todos los caminos, en realidad, conducen a San Pedro, y allí llegamos ignorantes de la representación que iba a tener lugar. La primera impresión fue de indiferencia y chasco pues por televisión parece un lugar magnífico e imponente, mientras que en el rigor del directo la ausencia de emoción fue patente, considerando, a la Praza do Obradoiro con su vetusta catedral, un lugar mucho más sobrecogedor e impresionante. San Pedro es enorme y su plaza también, pero lo siento, no me trasmite, será una cuestión divina…
En el momento indicado, y ante el fervor de una feligrí muchedumbre, hizo su aparición el gran gurú, el imán, el Bono del catolicismo, el CR7 de la iglesia, aclamado por cientos de fans, mientras era transportado como una vedette en la superficie de su austero y poco ostentoso cochecito. Lo vi elevarse sobre la masa y deslizarse en su estudiado recorrido y entonces, me vi en una nueva versión de la estrella de la muerte, ante un resurgido emperador Palpatine, pasando revista a sus brillantes e inmaculadas tropas de asalto ante la orgullosa mirada de sus discípulos, y aprendices en el reverso más reverso y tenebroso de la fuerza.
Asqueados de este circo, nos retiramos al interior de los Museos Vaticanos, línea directa al lujo y la ostentación. Palacios de mármol, estancias divinas y jardines de ensueño como contenedores de las más importantes muestras de las artes universales. Todo en manos de la iglesia, sólo oro en las manos. En dónde quedó el pesebre y el voto de pobreza……….. la indignación aumentaba en proporción al número de obras mutiladas por la divina gracia de algún Papa(ostias) de antaño. Las dependencias son impresionantes, pero la opresión y el acoso de los cientos de personas que como tu ejercen su derecho de visita, invita a la visión apresurada so pena de ser arrollado por el rodillo de la muchedumbre curiosa.
Traca final: la Capilla Sixtina. El pasillo se estrecha, escaleras que bajan. Una voz en off te recuerda en 20 idiomas lo sagrado del lugar y el consiguiente respeto que has de demostrar. Indumentaria apropiada, no foto y permanecer en silencio. Entramos. La joya de la corona permanece en penumbras, lo entiendo, pero yo vine a ver los frescos, al igual las 6000 personas restantes que me acompañan… por un momento pensé en encender el mechero en alto y gritar otra, otra!! Pero en lugar de eso me fui sin mirar atrás triste y decepcionado. Abandonamos el lugar, le dijimos arrivederci a San Pedro y nos perdimos por la Roma que esperábamos encontrar.

domingo, 29 de abril de 2012

Fiascus Maximus



Roma nos recibe y nos engulle en su ruidosa marabunta de gente y tráfico infernal instalándonos en el desasosiego y el malestar absolutos. Los brazos están abiertos y nos arropan con la mirada brillante y encendida, mientras sus pupilas adoptan la forma definida por el símbolo del euro, pues no somos más que eso para ella, una sucesión de papeles de valor creciente y variopintos colores. Nunca me he sentido tan forastero en tierra extraña ni tan guiri en el espacio exterior, ni con la sensación continua de que me están tangando, como aquí, en las no innumerables pero si numerosas andanzas que ya acumulan mis anchas espaldas y cada vez más anchas posaderas.
Superada y asumida esta impresión inicial, se puede comenzar a disfrutar de Roma, una vez superadas las interminables colas, primero para acceder a los monumentos, como después para conseguir una sencilla fotografía, o un vistazo fugaz de una porción inmortal repleta de historia, lo que hace comprender, sin duda, el calificativo que refiere a Roma como “Ciudad Eterna”. No hay lugar para el análisis ni la contemplación y todo el encanto y el misticismo de un lugar mítico como puede ser la Capilla Sixtina, se diluye entre la opresión de las más de 500 personas que te rodean y los vehementes vigilantes pidiendo silencio a gritos.
Ya en el espacio exterior, la cosa no mejora mucho, todo tiene un precio y nunca es inferior de due euri, no se si los italianos (o los romanos en este caso) ganan mucho, o pecan de excesiva listeza, o es que nosotros somos directamente tontos, lo que podrá ser motivo de reflexión y análisis en otra entrada… ahora quiero callejear, salir del gentio, del bullicio, de la jauría… y creo que lo he conseguido, pero eso es otro cuento.

lunes, 26 de marzo de 2012

Cuando la música termina


El aire se condensa entre humo y sudor. La masa expectante comienza a silbar al compás de las palmas. Está todo preparado, el público se dispone a comulgar, a creer con fe ciega en lo que sus ídolos le ofrezcan. La intensidad ambiental sube mientras que la luz desaparece. Llega el momento. Los gritos amordazan los primeros acordes de la banda, que bebe y se baña en el calor de una multitud entregada, recogen el aliento de miles de gargantas que tararean, entonan, chapurrean, cantan y desafinan, rompiendo la barrera de los watios de los potentes amplificadores. El verbo se hace canción cuando la canta el pueblo…

Situaciones como estas me hacen pensar, porque se lo que es subirse a un escenario y las sensaciones que se experimentan tan solo a una escala infinitamente inferior, pero a esos niveles, no me lo puedo ni imaginar. Y lo pienso porque me veo reflejado en esa gente, porque yo tal vez podría estar ahí. Evidentemente no hablo de conciertos de figuras de primer nivel, de los grandes de los grandes, eso es impensable. Me refiero a grupetes de fama a nivel nacional, personajes como nosotros, que tuvieron suerte, oportunidad o simplemente no cejaron en el esfuerzo de perseguir un sueño.

El recital continúa y la temperatura sube como la espuma de los litros de cerveza que se consumen. Es la gasolina del personal que sacia la sed consumiendo un tema tras otro, al capricho de la banda, que no se cansa, porque disfruta de lo que hace, sabedores de que en el momento que eso no ocurra ya no serán merecedores de su lugar en el altar del Rock.

Por desgracia todo tiene un final, y el éxtasis de los bises deja paso al aplauso y al reconocimiento, a la gratitud por el esfuerzo.
La gente, poco a poco se retira, y yo medito entre el eco que reverbera entre mis oídos y mi cerebro, en que habría pasado si tomara otras decisiones, si cogiera el camino hacia el lado salvaje de la vida, si persiguiera el sueño con mayor vehemencia, sin darme por vencido…. Aun así no me arrepiento, me gusta lo que soy y lo que hago y lo que tengo, pero en ocasiones como estas se instala el modo nostalgia que no puede ser de otro modo cuando has masticado la sensación de que un pequeño grupo de personas desconocidas canten, tarareen, desafinen o chapurreen tus propias canciones… disculpad la piel de gallina, pero siempre me siento así, cuando la música termina.