Notas de viaje

"La lectura es el viaje de los que no pueden tomar el tren."

Francis de Croisset


jueves, 29 de diciembre de 2011

En el Balcón


Se acaba el año. Es el momento de los resúmenes, de los balances, del último cigarrillo, de la última dieta hipercalórica, de apuntarse al gimnasio. Parece que el hoy no cuenta, que se cierra la puerta, haciendo borrón y cuenta nueva esperando que las inmundicias que escondimos debajo de la alfombra desaparezcan al tiempo que, cara a la pared, contamos uno, dos y… tres. Esto aunque es un convencionalismo, se ha pasado por nuestra cabeza en más de una ocasión llegados a estas fechas, acabando todos los despropósitos y promesas de ser mejores personas, dentro de un saco roto.
A estas alturas, yo, como ser mundano que soy, me asomo al balcón del año que acaba y repasando las andanzas de los últimos doce meses, puedo concluir que no se si he conseguido ser mejor persona, pero lo que si se, es que he vivido, que le saqué partido al tiempo en lo bueno, que ha sido mucho y en lo malo, que no ha sido tanto. En el año que se acaba, ha visto materializarse sueños imposibles de un niño que empezaba a descubrir lo que era el mundo. He visto construir un “Muro” de acordes y palabras, entre la nebulosa de la vista empañada y la carne de gallina. He subido a una ciudad entre nubes ancestrales cargadas de historia. Sentí la alegría de ser pobre caminado por inmensas avenidas y por intrincados caminos al otro lado del mundo. Me he sentido músico. Me he indignado ante la incompetencia empresarial, al saborear el polvo del despido y el desempleo, sin perder la esperanza, sobre la que, agarrado como un naufrago, fui conducido a una “isla” habitada por ilusión y nuevos retos. Son tiempos de cambios, dicen…
Hoy contemplo la noche oscura e intuyo el año que amanece con la misma calma que despido a su predecesor, pero no sin cierta nostalgia. Somos reos, que asomados al abismo del patíbulo, recibimos una tregua indefinida que mantiene abiertas las puertas de la incertidumbre, pero nos permite vivir y saborear cada instante que se nos ha regalado. Por supuesto me gustaría poder cambiar algunas cosas, pero por desgracia hay circunstancias que hoy por hoy no tienen cura. Por lo demás, el año próximo, que me quede como estoy.

Salud

domingo, 13 de noviembre de 2011

Nuevas Mezclas o el extraordinario encuentro de la mermelada de fresa y la empanada de carne


La tradición es un lastre que únicamente hace engordar al gran Ente social que hace aflorar al conservador que llevamos dentro, y que hace que se giren hacia nosotros cientos de ojos acusadores, cada vez que nos desviamos de la senda marcada por la impoluta moral de la masa. 
Tal vez un solo hombre no pueda cambiar el mundo, pero la historia está plagada de pequeños gestos, símbolos o actos que cambiaron el transcurrir de las cosas para bien o para mal. Personajes estigmatizados prematuramente, o simplemente incomprendidos, a los que finalmente el Padre Tiempo les ha otorgado la razón, absolviéndolos de su inoportuno descaro de adelantarse a su tiempo, rompiendo las reglas escritas en rectos renglones por las firmes manos de los Amos.
Hay que rendir homenaje a los innovadores, a los descarados, y promulgar su figura como motores del engranaje que mueve el mundo. Reconocer su valentía y su férrea fortaleza mental que les lleva a dar el salto cuantitativo y contra corriente, y ante la mirada atónita de sus anodinos congéneres, consumar el revolucionario e insignificante paso de mezclar la mermelada de fresa con la empanada de carne.
Éste, hoy por hoy, no parece más que un acto de retorcida extravagancia, pero el futuro hablará y dará las razones que quitan las estrechas miras de la sociedad contemporánea. Debemos romper una lanza y alzar nuestro grito en favor de los pioneros y agradecer sus altruistas gestos. Incomprendidos del mundo, unidos.

jueves, 3 de noviembre de 2011

El último trayecto

Hoy se cierra el círculo. Cuando haya completado el último repecho del viaje emprendido un lluvioso día del mes de octubre del año 2008, el motor se apagará y descansará en el recuerdo, se mirará en el imborrable espejo de la memoria y será historia para siempre.
En el arcén quedan nervios, incertidumbre, retos, metas y obstáculos. He cosechado éxitos y recogido decepciones, pero por encima de todo me llevo el maletero lleno de los múltiples pedacitos de humanidad que he coleccionado durante los últimos tres años.
He conocido a muchas personas, unas han merecido la pena más que otras, y algunas no merecen ni siquiera semejante consideración, pero en líneas generales me voy con el sentimiento de ser querido y respetado, y eso es recíproco en muchos casos. Considerando este balance, el camino recorrido está justificado y más todavía cuando ha servido para el enriquecimiento personal y profesional.
Ahora llega el momento de la partida. Sin mirar atrás, pero sin ganas de olvidar, me preparo para recorrer el último tramo, que cierra un ciclo del que salgo con la conciencia tranquila, y la cabeza alta; y lo que es mejor, con la satisfacción del deber cumplido y con la dignidad y el orgullo intactos.
Las luces del día se apagan y muere la tarde en manos de la negra oscuridad de la noche. Sentado en la cuneta, aprovecho para retirar las piedras que el transcurrir de los años ha ido introduciendo en mis desgastados zapatos. Algunas se retiran fácilmente, son molestas vivencias que conviene desechar, pero la mayoría permanecen, incrustadas, recordando a cada paso que están ahí, configurando el puzzle de nuestra existencia que no es más que una sucesión de recuerdos imborrables. Se hacen necesarias sus pequeñas descargas de dolor, nos recuerdan quienes somos y de donde venimos.
Es tarde, y la lluvia me despide al igual que antaño me dio la bienvenida, no quiere faltar a la cita. La maleta está hecha y el equipaje cargado. El motor en marcha. Me dispongo a recorrer el último trayecto de autopista que me lleva al fin de una etapa, pero se que, aunque la madrugada sea húmeda y fría, nunca caminaré solo y en el camino nos encontraremos.

Hasta siempre, AMIGOS.

jueves, 20 de octubre de 2011

Apocalipsis ahora

Incendios, sequía, temperaturas superiores a 30 ºC durante varias semanas en pleno mes de octubre... el tiempo pasa y el otoño no llega. Adiós a las botas de goma, adiós a los abrigos, a las bufandas. Adiós a todo lo conocido. Adiós mundo cruel.

El lunes hemos estado en la Estación de Medición Beta. Bajo un sol de justicia totalmente anormal, que impreganaba de rojo las sombras con sus rayos de tintes apocalípticos, nuestro peores presagios se han cumplido. Hemos detectado un número inusual de pájaros muertos, que supera en 17 puntos los valores más pesimistas indicados por el Percentil 50. Algo anómalo está ocurriendo. Nuestros sensores de temperatura no proporcionan datos más esperanzadores. Los registros muestran una inversión térmica, entre el valle y la cumbre, de hasta 23 ºC. Los puntos de control metrológico vía satélite, guiados por GPS, han dejado de funcionar coherentemente proporcionando medidas “Overrange”. Todos. De forma simultánea.
Tras dos días de espera y aislamiento, recibimos las lecturas de las otras estaciones de medición. Los datos son similares a los recogidos por nosotros, la redundancia no ha fallado, por lo que nuestros peores temores se confirman... algo anómalo está sucediendo, el panorama es cuando menos descorazonador. El futuro es inquietante.

Los he visto prepararse esta mañana. Ellos lo desconocen, pero yo se que están acechando. Supongo que una vez organizados, intentarán dar el asalto definitivo. Es cuestión de horas. En el fondo envidio su estructura social, su organización sin fisuras; sin cuestionarse nada que los aparte de su objetivo principal.

Ahora, mientras espero, cae la noche y no se cuanto podré resistir. Mi compañero no ha regresado de la última ronda y la comunicación entre nosotros y el exterior se ha interrumpido. Ahí fuera sólo hay estática, silencio y sombras. Oscuridad... se acerca un Nuevo Orden, un Nuevo Estado de Cosas.

Los sistemas de contención han fallado, produciéndose el escape que ha comprometido la seguridad. Están dentro del Sistema. No hay duda. Es demasiado tarde para mi, pero espero que los mecanismos de purga hagan su función. Esto es una llamada de emergencia. Si lo estás leyendo es que no ha funcionado. Silencio, aquí vienen. Ya no me queda t


 

lunes, 26 de septiembre de 2011

20 años


He emprendido un nuevo viaje. A diferencia de los anteriores, esta vez el camino ha sido corto. No he visitado lugares extraños, ni exóticos, ni lejanos, pero si he vuelto a caminar por las sensaciones, y los sentimientos han vuelto a aflorar prácticamente sin salir de casa. Alguien con buen criterio, podría pensar en alguna ensoñación psicodélica, resultado de un paseo por un frondoso bosque psicotrópico. Podría ser, y es por ello que hoy quiero hablar sinceramente. Nunca antes lo había hecho público, pero creo que ha llegado el momento de quitarse la venda de los ojos y reconocer aquello que aun pareciendo evidente, no es fácil de asimilar y proclamar abiertamente: soy adicto.
Hace más de 20 años, siendo un chaval inconsciente e insensato, decidí perder la cordura y beber de las fuentes de un mundo de éxtasis y profunda experimentación, que enseña sensaciones sin igual. Instalado en los efluvios reminiscentes de la primera dosis consumida una mañana de mayo del año 91, decidí traspasar la línea, no detenerme, y seguir consumiendo. Conforme pasaba el tiempo, la exigencia y la necesidad fue aumentando hasta hacerme desarrollar una fuerte dependencia de la que todavía no he conseguido salir. En todos estos años ha habido buenos momentos y momentos menos buenos. También ha habido malos viajes que han hecho reconsiderar todo, llegando al punto de casi abandonar el camino emprendido. No he podido.
Por si esto no fuera poco, en los últimos cuatro años he visto como mi dependencia se hacía más fuerte, gracias a las extraordinarias experiencias que he compartido con cuatro tipejos, que ahora son mis incansables compañeros de viaje, con los que deseo seguir enganchado muchos años más a pesar de las diferencias que pudieran existir.
He probado el veneno y he sido embriagado hasta tal punto que necesito cada dosis como una catarsis, para exorcizar los problemas y resurgir libre. El naufrago necesita un madero al que agarrarse.
Llegados hasta aquí, sería de miserables no recordar y no agradecer ni reconocer a la persona que me ha acompañado incondicionalmente durante estos 20 años, en el subidón del “éxito” y en la profundidad del abismo, y que me ha guiado y reconducido, con su mesura y su equilibrio, por el tortuoso camino lleno de piedras. Ella es parte de todo esto, es mi dosis de cordura, mi antídoto.
En definitiva, estoy enfermo, pero que nadie se sorprenda, por no querer curarme. Podéis juzgarme y condenarme, la “historia me absolverá” porque yo, no puedo dejar el Rock.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Desde las trincheras

Tras la vuelta a casa el viajero se quita las ropas ajadas y se sacude el polvo de las vivencias para satisfacer la curiosidad de un sinfín  de pacientes interlocutores. Poco a poco los pies vuelven a la tierra y las emociones de los recuerdos dejan paso a la realidad cotidiana. El reencuentro con familiares y amigos es un estímulo que gratifica y magnifica el trámite del regreso. La transición perfecta entre el onírico ensueño del viaje y la fría puñalada de la vuelta a la vida real. Despierta.
En la ausencia, el tiempo no se detiene, pero los asuntos y preocupaciones apartados durante la escapada, tampoco desaparecen. Esperan, y en el peor de los casos aumentan. Son como pececillos que quedando al cuidado de un pariente, han sido alimentados en exceso, solo que en lugar de morir y emprender el último viaje al nirvana en forma de inodoro, estos engordan y engordan y al despertar en la realidad cotidiana explotan sin que aun haya habido tiempo para desperezarse.
Ahora llega el momento de trazarse metas, objetivos que permitan recorrer con ilusión los largos días de tedio semanal. Cada día debe de ser un reto que motive a abandonar la cálida textura de la sábana, cuando todavía no han muerto las últimas estrellas en el cielo. Sin ilusión no hay esperanza y sin ésta no hay vida.
A mi a veces me cuesta.

jueves, 18 de agosto de 2011

Departures


Nostalgia. La sala de salidas del aeropuerto sirve para hacer repaso y balance de las vivencias de las últimas semanas. Meses de preparativos y espera, ilusión y nervios en las horas previas, se transforman en recuerdos que en algunos casos parecen lejanos. El viajero en retorno, intenta descansar adaptándose a la larga espera de la partida. Cierra los ojos y los flashes se proyectan como una sucesión de fotogramas. Acuden imágenes de las primeras sensaciones en un mundo nuevo, de Buenos Aires y sus gigantescas avenidas, el viaje de más de 20 horas en bus a Asunción como una anécdota a contar, la llegada a La Paz con su aire denso y el silencioso pasillo de llegadas y sus decenas de rostros de mirada seria y curiosa, la devoción boliviana, el lago titicaca y sus islas, los enormes nevados peruanos, la festividad de Cusco, la magia del Valle Sagrado, Machu Picchu, Paraguay, Cataratas… tantos y tantos episodios, más y más imágenes y sensaciones.
Estamos de paso. Como dice la canción, somos eternos viajeros de sueños e ilusiones, y los recuerdos son lo que nos queda y es lo que nos llevamos. Es nuestro patrimonio personal. Cada cual lo vive a su manera.
Ahora suena la llamada, queda el último trámite para sentir esa mezcla de felicidad y melancolía que se siente al regresar a casa, al descanso y al calor de los tuyos; a volver a enfrentar el día a día, pero hoy por hoy, la huella es imborrable.

miércoles, 17 de agosto de 2011

Cataratas de Iguazú: el vals de las mariposas


Las carreteras paraguayas llevan a Brasil y a Argentina. Allí entre los dos países se encuentra el Parque Nacional de las Cataratas de Iguazú, una reserva natural bañada por las aguas de río Iguazú, que se desploman en saltos de hasta 80 metros de altura originando un espectáculo de humedad, luz y sonido, difícilmente igualables.
Al  acceder al parque, la selva acoge con su verdor y su sombra y acompaña con sus sonidos susurrantes de vida escondida y escurridiza. Poco a poco, el rumor del agua se va haciendo presente a medida que se atraviesa el río por la pasarela, acompañado siempre por el vuelo de miles de mariposas. Unas revolotean rápidas, otras se posan y exhiben su colorido y las más atrevidas acarician al caminante insinuando una invitación a seguir su baile. Cuando el viajero consigue sobreponerse del sobrecogedor entorno natural que le abruma, lo hace para presenciar la efervescencia que forman los miles de metros cúbicos de agua al precipitarse al vacío, en un remolino de fuerza brutal que la rompe en microscópicos fragmentos de bruma. Después, se deshace el camino, pero se recorren senderos marcados para contemplar y escuchar las cataratas en su máximo esplendor. De cerca, por arriba y por abajo, en el lado argentino; y en una visión más lejana pero panorámica, en el lado brasilero. Ambos tienen su encanto y culminan acercándose casi al límite, en lo que es un festival para los sentidos (en este caso más espectacular el brasilero) en el que se puede sentir la furia y la fuerza del río sobre una pasarela.
El retorno al punto de partida, con los oidos aturdidos y las ropas empapadas, se hace compartiendo el paseo con los coatíes, pequeños mamíferos tan traviesos como mansos, acostumbrados a la presencia y cercanía del hombre, monos, coloridos y ruidosos pájaros y las omnipresentes mariposas.
Las cataratas de Iguazú y su entorno son una maravilla natural y te hacen sentir inmensamente insignificante ante la fuerza salvaje de la naturaleza. 

Carreteras paraguayas


La última fase del viaje lleva a completar el denominado triángulo turístico paraguayo. Esto es la ruta Asunción – Encarnación – Ciudad del Este – Asunción. El recorrido sorprende por lo pintoresco y permite hacer una disección rápida del modo de vida paraguayo. En Paraguay no hay autopistas, ni autovías, ni nada que se le parezca (esto es común prácticamente en todo Sudamérica). Hay nueve carreteras o Rutas principales, estrechas, sin iluminar, parcheadas y por las que te cobran peaje. En 300 km puedes pagar hasta 3 €, empleando más de cuatro horas en recorrerlos. A partir de aquí el paisaje es agradable: muchos árboles, praderas, pueblitos… A lo largo y ancho de todo el recorrido, la carretera está flanqueado por numerosos establecimientos de comidas, de artesanía, de bebidas, bares, restaurantes, casitas con porche… pero todas con un denominador común: dos tipos espatarrados en sendas sillas de camping a la entrada. También hay muchísimas gasolineras. Estas por la noche se convierten en el club social de la juventud. Llegan con sus coches, abren el maletero, ponen su música, sacan sus cervezas y se sientan en sus sillas de camping y así pasan las horas en la versión más naftalínica del botellón.
Aparte de lo anterior, en el camino también se puede disfrutar de la historia, en las supervaloradas Misiones, que son vestigios más o menos conservados de los asentamientos jesuíticos, una especie de versión colonial de los campos de concentración, donde los curas reducían a los Guaraníes.
Al final de la ruta y antes del retorno se encuentra Ciudad del Este, ciudad fronteriza con Brasil. Desde lejos parece un Hong Kong  descafeinado pero una vez que entras, es un mercado de La Piedra elevado a la enésima potencia.
De regreso por las mismas carreteras paraguayas, de vuelta a la capital, se realiza el lógico balance. Paranormal, significa fuera de lo normal, entonces, en buena lógica, Paraguay es fuera de lo guay. No guay. Posiblemente.

lunes, 15 de agosto de 2011

Asunción


Poco se puede decir de Asunción, más allá de que es la capital de Paraguay. Es una ciudad llana, extensa y sin edificios, bueno algunos hay, pero aislados. Lo normal son construcciones de planta baja a tres-cuatro alturas como máximo. No tiene ningún atractivo, cuatro edificios históricos y mucho orgullo por haberse independizado de los españoles hace ahora 200 años. Se encuentra entre Argentina y Brasil, pero los paraguayos no son ni argentinos ni brasileros, y hablan sin vocalizar como si tuvieran una tableta entera de chicles Bang-Bang en la boca, con lo que es difícil entenderlos a veces.
Asunción es una ciudad colonial en la orilla del río Paraná. El viajero la toma como escala y descanso necesario, e invita a la realización de un ejercicio. Cierra los ojos e imagínate una postal de una típica república bananera que salga en un comic de Mortadelo y Filemón…. Lo tienes? Ya conoces Asunción.

viernes, 12 de agosto de 2011

Machu Picchu II. La Ciudadela


Esta es la entrada que más cuesta escribir, pues es muy difícil describir con palabras las sensaciones que desprende el mágico lugar. Machu Picchu hay que vivirlo, hay que estarlo. Aun a riesgo de parecer místico, se ha de decir que, los recuerdos que se configuran al cerrar los ojos, las imágenes, las fotografías, no consiguen transmitir las sensaciones que se experimentan estando allí sentado con la ciudadela a los pies. Las fotos son espectaculares, invitan a la visita, pero no logran descubrir lo que es en realidad. Hay piedras, ruinas… pero eso es lo de menos. Machu Picchu es mucho más.
A las 4:30 de la mañana el viajero se hace caminante, para recorrer los 6 km de ascensión hasta la entrada al santuario. Noche cerrada, no hay luces, sólo el susurro del río. Ni siquiera pájaros cantando. El puente Ruinas se abre a las 5 am. Presentando el pase hay acceso, se cruza el río Urubamba y comienza la subida por las empinadas escaleras que cortan la carretera Hiram Bingham, por la que todavía no han comenzada a subir los microbuses. El ascenso es duro, mucho desnivel. El aliento se condensa en el haz de luz de la linterna. Poco a poco la selva se despierta presintiendo las primeras luces que se dibujan detrás de las montañas. A más de la mitad de la ascensión, te alcanza la mañana mostrando lo que resta todavía, pero aunque con poco aliento la motivación, ayuda a llegar a la meta.
A partir de las 6 am ya se puede acceder a las ruinas, hay cola, pero con paciencia entras y puedes tomar una instantánea sin el tumulto. Un poco más de subida y se llega a la zona agrícola occidental a tiempo para ver subir el sol entre los picos, vertiendo sobre la ciudadela un espectacular manto de luces y sombras. Allí sentado, no puedes apartar la vista: abajo las ruinas destacando entre el verde intenso de la Plaza Central, enfrente el coloso macizo de Huayna Picchu (montaña joven en quechua) guardián antagonista del cerro Machu Picchu (montaña vieja), al norte y al sur del santuario respectivamente. El día transcurre paseando por las distintas estancias, y para acabar se vuelve a subir porque el caminante quiere volver a respirar el aire, escuchar el silencio, disfrutar de la vista de 360º. Está exhausto por el madrugón, la caminata y el paso de las horas, pero se resiste a abandonar el lugar…
Nueve horas después, pasan de las tres de la tarde, comienza a declinar la tarde, se echa la última mirada y se emprende el camino de regreso. Ahora la meta es otra: saborear una gran cerveza fría y contemplar los recuerdos.

jueves, 11 de agosto de 2011

Machu Picchu I. El tren Inca y Aguas Calientes


El tren Inca es un negocio. Es la única forma no infrahumana de recorrer los poco más de 40 Km que separan Ollantaytambo de Machu Picchu pueblo o Aguas Calientes. Esto, lo conoce la empresa Railperu, que ni siquiera es de capital peruano, que cobra unos precios abusivos por un servicio como máximo, es decente. Es la explotación capitalista de una preciosa ruta que discurre, descendiendo a la par del río Urubamba, e internándose en las postrimeras montañas de los Andes Orientales. Para disfrutar de ella, el viajero debe olvidar inmediatamente los 102 dólares americanos que paga por subirse al tren, acomodarse y observar la sucesión de imágenes que se ven a través de las ventanas y el techo panorámicos.
El valle sagrado se va estrechando, hasta quedar una franja de cielo azul custodiado por altos picos nevados. El paisaje pasa del amarillo-marrón de los prados, al gris-blanco de los macizos hasta llegar al tupido verde del destino final, precuela apetecible de la selva amazónica.
En un angosto valle, en medio de la verde frondosidad, crece la atrocidad urbanística de Aguas Calientes. Al salir de la estación se entra en un tupido mercadillo de subvenirse que oprime al viajero. Afuera, la construcción irregular de ladrillos escalonada, hace acudir a la mente las típicas postales de las favelas cariocas. Repuesto del shock inicial, el pueblo cobra otro aspecto. Ambiente 100 % turístico, con numerosos bares y restaurantes, con reminiscencias de los barrios populares del Saigón donde los pobres Marines americanos pasaban sus horas de asueto, pero sin prostitutas, que haber haberailas. Aguas Calientes, como antesala del Machu Picchu, es ciudad de paso y su ambiente recuerda al de un enorme campamento de verano o excursión de fin de curso, de gran algarabía y promiscuidad. Saliendo del meollo, es un agradable paseo entre montañas con el rumor del río y el canto de los pájaros de fondo. Por el camino de tierra se llega al Puente Ruínas, puerta del inicio de la ascensión a la ciudadela del Machu Picchu.

miércoles, 10 de agosto de 2011

Peruvian skies II. El valle Sagrado


Valle Sagrado se denomina a la depresión que va desde la Ciudad de Cusco hasta las estribaciones montañosas, antesala de la selva amazónica, en las que se encuentra Machu Picchu. El valle lo forma el “Río de los cien nombres” que en esta zona adquiere en nombre de Río Urubamba, ya que atraviesa la población de Urubamba, y se considera sagrado por la cantidad de vestigios arqueológicos de la cultura Inca. Además, estos consideraban a este río sagrado por transcurrir de Este a Oeste, el mismo camino que realiza el Sol cada día. El río nace en la Raya, pasa por Cusco y configura el Valle Sagrado transcurriendo entre los colosos andinos orientales hasta su desembocadura en el mismísimo Río Amazonas.
Desde Cusco hasta Ollantaytambo, el Valle es un espectáculo para los ojos del viajero. A un lado los picos nevados cortan el azul del cielo peruano, al otro las montañas se suavizan para proteger las enormes extensiones de cultivos de cereal. Bajando más, el valle se vuelve verde por los aportes fluviales y se tapiza de frutales, mientras que se estrecha entre paredes marrones, que se curvan al son del curso del Río Urubamba.
En el camino se puede visitar el laboratorio agrícola Inca de Maray, las salinas en terrazas de Maras, y tras pasar por Urubamba, se encuentran las ruinas de la fortaleza Inca de Ollantaytambo, población que cierra el Valle Sagrado, y desde donde parte el Tren Inca que conduce paralelo al río Urubamba en su camina hasta Aguas Calientes, la población “recibidor” del Machu Picchu.

martes, 9 de agosto de 2011

Cusco


Cusco es la antigua capital de Perú y en la actualidad es el centro turístico del país. Cusco es la historia del extinto imperio Inca y la conquista por el imperialismo Español. Hoy es un centro del negocio del turismo y de la parafernalia que gira en torno al Machu Picchu en particular y a los Incas en general. Desde que uno llega a Perú lo único que hace es pagar por todo, lo que lo hace un país más desarrollado que su vecina Bolivia y también que la gente sea más listilla. Perú es un país que quiere ser rico, pero si mira más allá del cristal le queda mucho por barrer...
Todo esto se hace más evidente en Cusco, por la enorme afluencia de turistas, y en donde están los precios casi al nivel de España sin que los servicios mantengan la relación consecuente. Conclusión: hay que regatear hasta para el precio del Hotel.
Dejando a un lado lo anterior, pero sin olvidarlo, Cusco tiene un casco histórico bonito y bien cuidado con su majestuosa Plaza de Armas rodeada de soportales y su calle Hatunrumiyoc donde se encuentra el muro construido por los Incas con su emblemática piedra de los 12 ángulos, ahora parte del Palacio Episcopal. Hay mucho ambiente en la calle durante todo el día y también es una ciudad movida por la noche. Al viajero le recuerda a un Santiago de mayor tamaño y de estilo Colonial.
Cusco, en definitiva, es agradable y no está mal mientras se pague, pero hay que regatear el precio aunque sólo sea por principios.