Notas de viaje

"La lectura es el viaje de los que no pueden tomar el tren."

Francis de Croisset


lunes, 13 de agosto de 2012

Noruega: la antesala del invierno II. Fløyen - Rundemanen


A escasos 100 metros del mercado del pescado se puede tomar el funicular que asciende a Floyen, el balcón de Bergen. Una vez arriba te asomas a la panorámica de la ciudad, a unos 400 metros de altitud, contemplando el Byfjorden, el fiordo en el que se ubica, en su magnitud, allí hasta donde alcanza la vista.
Floyen es un lugar pintoresco ubicado en un macizo denominado Rundemanen, que alberga el “parque” de la ciudad, al que los lugareños acuden cada día a disfrutar del ocio al aire libre. Existen numerosas rutas de diferente longitud y dificultad para disfrutar de esta porción de los bosques de Noruega, todas perfectamente señaladas en paneles y en folletos que se promocionan en la oficina de turismo.
Una vez arriba, y tomadas las fotos de rigor sobre la bahía, seguir cualquiera de los senderos indicados, es adentrarse en una espesura de arces, abetos y demás coníferas que cubren un tapiz de musgo mullido del que parte una neblina que rodea al entorno con un manto de misterio y quietud. Conforme se asciende más, el macizo se desnuda y los árboles descienden por la ladera, como cortinas que se abren descubriendo una ventana infinita hacia el mar y la tierra disgregada en numerosos fragmentos se fije la vista en la dirección que sea. Al otro lado el imponente macizo granítico, suda agua por numerosos poros, acostumbrado a rigores más invernales.
El paisaje lo completan numerosos lagos, vestigios presentes de nieves pasadas en otra época perpetuas, que en su nuevo estado configuran numerosos espejos en los que se refleja el verdor del bosque y el blanquiazul del cielo.
El círculo se completa, pero el sobrecogimiento te rodea, descubriendo en cada curva, en cada repecho, ladera o recodo un lugar de ensueño o simplemente una piedra en la que sentarte a escuchar el silencio.
De vuelta a Floyen, cansado de la caminata pero empapado de naturaleza, te sientas a contemplar incrédulo la ciudad a escasos metros, mientras esperas a que el Sol remoloneando, se meta en su cama de agua para poner fin a un día extraordinario.

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