Notas de viaje

"La lectura es el viaje de los que no pueden tomar el tren."

Francis de Croisset


martes, 2 de agosto de 2011

La Paz o la alegría de ser pobre


Más kilómetros recorridos, más retraso acumulado. Otro país en la mochila, esta vez: Bolivia. De Asunción a La Paz, pasando por Santa Cruz de la Sierra. Altitud.
Poner un pie fuera del avión en el aeropuerto internacional “El Alto” de La Paz, es recibir de golpe un montón de nuevas sensaciones. La atmósfera tiene una textura distinta y el menor movimiento, el cuerpo lo considera un esfuerzo al límite, que hace jadear al mismo tiempo que se siente el latido de la sangre en la cabeza. La vida se ralentiza.
La adaptación es costosa, y mientras recorre las calles, el viajero asiste perplejo a la sucesión de novedades de su entorno, mientras lucha desesperadamente por mantener la integridad física. Calma.
Tráfico caótico a golpe de bocina, colectivos llenos a rebosar, centenares de taxis, mercados, puestos ambulantes, y gente, sobre todo gente por la calle. La Paz es un mosaico de casas de ladrillo construido en un valle rodeado de colinas. Es un puzzle al que se le han caído las piezas y así ha quedado completado. El viajero observa la amabilidad de las personas, sus coloristas vestimentas, la dureza de sus rasgos esculpida por el sol, su excesiva amabilidad. La Paz es una ciudad pobre, muy pobre, dentro de un país pobre, pero es a la vez tremendamente alegre, pintoresca, cálida y acogedora. La Paz hace valorar lo que tienes y lo superficial que eres. Yo de ser pobre en otra vida, quisiera ser feliz en La Paz.

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