Notas de viaje

"La lectura es el viaje de los que no pueden tomar el tren."

Francis de Croisset


viernes, 5 de agosto de 2011

Postales del Lago Titikaka


A través de una serpenteante autopista “peatonal” llena de baches y carriles improvisados, se abandona la ciudad de La Paz. Con la llegada a El Alto, se inicia el Altiplano Boliviano, y rodean al coche numerosas escenas de la vida cotidiana de un domingo cualquiera. Cantidades ingentes de personas esperando un transporte, puestos de comida y de bebidas, ríos de gentes, coches, furgonetas, autobuses, camiones…
Recorriendo kilómetros a través de la llanura circulando por carreteras de peaje, se desemboca en la azul inmensidad del lago navegable más alto del mundo: el Lago Titikaka.
El pueblo de Copacabana, situado en la península del mismo nombre, es Bolivia en estado puro. Con su monte El Calvario, empinado vigía sobre las aguas del lago; y su capilla de las velas, con las paredes negras por el humo y sin más luz que la de las ofrendas en forma de cirio que le dan el nombre. De allí navegamos hacia la Isla del Sol de familiar recuerdo a nuestras Islas Cíes, pero a más de 4000 msnm. Caminamos despacito por sus crestas escarpadas con la compañía del isleño y de sus ancestros preincas. Agradable paseo.
Al día siguiente cruzamos la frontera, camino a Puno, viendo que Perú recibe al viajero igual que lo despide Bolivia. Desde sus costas visitamos las Islas Flotantes de los Uros, tan artificiales como artificial es la antigua cultura que supuestamente las habita; y la Isla de Taquile poblada por los Quechuas en un poblado al que se accede tras subir 500 escalones de piedra.
Mientras el sol se oculta tras las altas cumbres nevadas de los Andes, el viajero vuelve a puerto a rehacer el equipaje, que lo despide del Lago y lo conduce a una nueva etapa en su viaje: Cuzco.

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